El campo magnético de la Tierra
Las observaciones magnéticas El conocimiento del campo magnético terrestre comienza con la invención de la brújula, en China, hacia el año 1000 a. C. En ella, la punta de la aguja señala una dirección: la del norte magnético, que forma con la del norte geográfico un cierto ángulo D, la declinación magnética. El plano vertical que pasa por el eje de la aguja es el meridiano magnético; la dirección del campo magnético se inclina con respecto a la horizontal en un determinado ángulo I, inclinación magnética, que se mide con un inclinómetro. El campo magnético obtenido en un lugar es el resultado de la suma de dos campos de origen muy distinto y desigual importancia: el campo medio, más importante, casi estacionario, cuyo origen hay que buscarlo en el interior del globo, y el campo de variación, muy débil con relación al precedente, que varía de un momento a otro y que está en relación con los fenómenos solares. El campo magnético medio es análogo al que originaría un imán situado en el centro de la Tierra, con un momento magnético cercano al eje de rotación del planeta. El campo medio varía con el curso del tiempo en dirección e intensidad. Podemos hacernos una idea de esta variación a partir de las observaciones magnéticas efectuadas desde hace algunos siglos en ciertos lugares privilegiados. La brújula señalaba 10° hacia el este en 1600, 22° hacia el oeste en 1815, para volver a encontrarse a unos 6° hacia el oeste hoy día. Se observa, pues, una tendencia hacia el este del campo magnético medio.
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