El sueño antes de la ciencia
A vela, a vapor o a pólvora Aquella aspiración se encontrará en muchos escritos, especialmente en Europa, a partir del s. XVII. El ansiado objetivo es casi siempre la Luna, y los medios imaginados para alcanzarla son variados y originales: una barquilla de velas empujadas por el rocío, en Cyrano de Bergerac (Historia cómica de los Estados e Imperios de la Luna, 1657), o una carroza tirada por cuatro caballos en la obra italiana Orlando el furioso. Uno de los más grandes astrónomos de todos los tiempos, Johannes Kepler, el padre de la mecánica celeste, participará en estos balbuceos de la ciencia-ficción, con un texto titulado El sueño, en el que la Luna aparece poblada de extrañas criaturas. En el s. XIX, los viajes espaciales imaginarios, que reflejan el progreso de los conocimientos, constituyen una parte más amplia de la ciencia. Edward Everett Hale describe un primer satélite artificial: una «Luna de ladrillo». Y, sobre todo, Julio Verne escribe De la Tierra a la Luna (1865), obra que inspirará a todos los grandes precursores de la astronáutica.
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