Las aventuras de Tom Sawyer: I
— ¡Tom! Silencio. — ¡Tom! Silencio. — ¡Dónde andará metido ese chico!... ¡Tom! La anciana se bajó los anteojos y miró, por encima, alrededor del cuarto; después se los subió a la frente y miró por debajo. Rara vez o nunca miraba a través de los cristales a cosa de tan poca importancia como un chiquillo: eran aquéllos los lentes de ceremonia, su mayor orgullo, construidos por ornato antes que para servicio, y no hubiera visto mejor mirando a través de un par de mantas. Se quedó un instante perpleja y dijo, no con cólera, pero lo bastante alto para que la oyeran los muebles: — Bueno; pues te aseguro que si te echo mano te voy a... No terminó la frase, porque antes se agachó dando estocadas con la escoba por debajo de la cama; así es que necesitaba todo su aliento para puntuar los escobazos con resoplidos. Lo único que consiguió desenterrar fue el gato. — ¡No se ha visto cosa igual que ese muchacho! Fue hasta la puerta y se detuvo allí, recorriendo con la...
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