Lecto-escritura
Antes de entrar a caracterizar en algo aquellos antiguos «lugares investidos», verdaderos «envoltorios» de actividades de alto alcance y voltaje, es preciso que consideremos que lo que en ellos se desarrolla es una operación integrada, y es siempre en ellos el ejercicio de una lecto-escritura, en cualquiera de sus variaciones tonales, la que allí tiene su correlato tradicional. Diremos, en general, «actos» de lectura y de escritura, decididos como estamos a vincularlos en una mutua predicación, que al cabo no desea diferenciarlos a propósito de unas prácticas que los envuelven a ambos. Pues, en efecto, los entenderemos aquí al modo de «actos clásicos» (o de una era clásica del trato con las letras), en cuanto poseídos entre los dos polos de su realización por una suerte de reciprocidad dinámica, según la cual la lectura implica ya la estructura de una respuesta en forma de escritura: anotación, marginalia, cita, texto… Ya lo hacía observar tempranamente un...
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