Primera apostilla no-científica al juicio moral: Historia, filosofía de la Historia e imaginación
De la fábula, no es la forma que esa voz calificada de metro adquiere, ni la pintura escrita con que se delinean las efigies de los caracteres, ni mucho menos el espectáculo, el atrezzo y los útiles con que se engalana el escenario, lo que la metamorfosea en mágico sortilegio de secuencia de elementos discretos, uno detrás de otro, a relato. «El argumento [tampoco] es unitario, como algunos creen, si concierne a un solo ser; pues a uno le ocurren infinidad de cosas, algunas de las cuales no comportan unidad alguna.» [1] A uno le pasan un montón de cosas, infinidad, de las cuales solo un pequeño grupo de eventos se arracima en «tramas». Estos dan para ser contados. Los demás se disponen en series y no vale la pena citarlos sobre un escenario. Son casi tiempo desgranado en cuentas. Ese es su orden todo. En esto también predica lo suyo el magisterio superior de Homero, que no tuvo la ocurrencia de, al emprender en paralelo a lomos del hexámetro el regreso...
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