Cañas y Barro: 105
none Pág. 105 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Enmudecía Sangonera por miedo a la mano de su protector, pero su fe se escandalizaba, rebelándose en silencio contra las vulgares explicaciones de Tonet... ¡Volvería a verle! Tenía la certeza de oír de nuevo su lenguaje dulce y extraño, de sentir en su frente la mano helada, de ver su sonrisa suave. Únicamente le entristecía la posibilidad de que el encuentro se repitiera al terminar la tarde, cuando él hubiese apagado muchas veces su sed y viera paralizadas las piernas. Así pasaban el invierno los dos compañeros: Sangonera acariciando las más extravagantes esperanzas; Tonet pensando en Neleta, a la que no veta nunca, pues el joven, en sus raros viajes al Palmar, se detenía en la plaza de la Iglesia, no osando aproximarse a la casa de Cañamel. Esta ausencia, prolongándose meses y meses, hacía crecer en su memoria el recuerdo de la pasada felicidad, agrandándola con engañosa desproporción. La...
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