Cañas y Barro: 117
none Pág. 117 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez A los cuatro meses de esta vida casi marital, sin otro obstáculo que la vigilancia de la Samaruca fácilmente burlada, Tonet creyó por un momento que podrían realizarse sus deseos matrimoniales. Neleta se mostraba preocupada y grave. La arruga vertical de su entrecejo delataba penosos pensamientos. Por los más insignificantes pretextos reñía con Tonet; lo insultaba, repeliéndolo y lamentándose de su amor, maldiciendo el momento de debilidad en que le había abierto los brazos; pero después, a impulsos de la carne, lo aceptaba de nuevo, entregándose con abandono, como si la pena que la dominaba fuese irreparable. Su humor desigual y nervioso convertía las noches de amor en agitadas entrevistas, durante las cuales alternaban las caricias con las recriminaciones, y faltaba poco para que se mordieran las bocas que momentos antes se besaban. Por fin, una noche, Neleta, con palabras entrecortadas por la...
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