Cañas y Barro: 145
none Pág. 145 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez El vicario don Miguel creyó llegado el momento de entrar en la barraca de aquel renegado. Nadie como él sabía despachar a la gente con prontitud y franqueza. -Che! -dijo desde la puerta-, tu eres cristià? Sangonera hizo un gesto de asombro. ¿Que si era cristiano? Y como escandalizado por la pregunta, miró al techo de su barraca, acariciando con arrobamiento y esperanza el pedazo de cielo azul que se veta por los desgarrones de la cubierta. Bueno; pues, entre hombres, ¡fuera mentiras!, continuó el vicario. Debía confesarse, porque iba a morir. Ni más ni menos... Aquel cura de escopeta no usaba rodeos con sus feligreses. Por los ojos del vagabundo pasó una expresión de terror. Su existencia llena de miserias se le apareció con todo el encanto de la libertad sin límites. Vio el lago, con sus aguas resplandecientes; la Dehesa rumorosa, con sus espesuras perfumadas, llena de flores silvestres, y hasta...
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