Cañas y Barro: 147
none Pág. 147 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Y se asustaba ante el gesto de rebelión, de sorda cólera con que le contestaba el borracho. Adivinaba que su imperio sobre aquella voluntad se había desvanecido. Algunas veces veía brillar en sus ojos un odio naciente, una animosidad de esclavo resuelto a chocar con el antiguo opresor, aniquilándole. No prestaba atención a Neleta, y llenaba su vaso en todos los toneles de la casa. Cuando le sorprendía el sueño, tendíase en cualquier rincón, y allí. permanecía como muerto, mientras la Centella, con el dulce instinto de los perros, acariciaba su rostro y sus manos. Tonet no quería que despertase su pensamiento. Tan pronto como la embriaguez comenzaba a desvanecerse, sentía una inquietud penosa. Las sombras de los que entraban en la taberna, al proyectarse en el suelo, le hacían levantar la cabeza con alarma, como si temiese la aparición de alguien que turbaba sus sueños con el escalofrío del...
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