Cañas y Barro: 152
none Pág. 152 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Su abuelo tenía razón al despreciarlo. Su padre, su pobre padre, al que ahora contemplaba con la grandeza de los santos, hacía bien en repelerle como un brote infame de su existencia. La infeliz Borda, con su vergonzoso origen, era más hija de los Palomas que él. ¿Qué habla hecho durante su vida? Nada; su voluntad sólo tenía fuerzas para huir del trabajo. El desdichado Sangonera había sido mejor que él: solo en el mundo, sin familia, sin necesidades en su dura existencia de vagabundo, podía vivir inactivo, con la dulce inconsciencia de los pájaros. Pero él, devorado por ardorosos apetitos, huyendo egoístamente del deber, había querido ser rico, vivir descansado, siguiendo tortuosas sendas, despreciando los consejos de su padre, que adivinaba el peligro; y de la pereza sin dignidad, había venido a caer en el crimen. Le espantaba su delito. Su conciencia de padre arañábale al despertar, pero...
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