Cañas y Barro: 157
none Pág. 157 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Excitado por los lloros de la Borda, el viejo la amenazaba. Debía callar.¿Es que quería perderlos? La noche fue interminable, de un silencio trágico. El lóbrego ambiente de la barraca parecía aún más denso, como si sobre él proyectasen su sombra las alas negras de la desgracia. El tío Paloma, con la insensibilidad del viejo duro y egoísta que desea prolongar su vida, dormitaba en la silleta de esparto. Su hijo pasaba las horas inmóvil, con los ojos desmesuradamente abiertos, fijos en el oleaje de sombras que la trémula luz del candil trazaba en la pared. La Borda, sentada en el fogón, sollozaba débilmente, oculta en la sombra. Hubo un momento en que el tío Toni se estremeció como si despertase. Se irguió, fue a la puerta de la barraca, y abriéndola, miró al cielo estrellado. Debían ser las tres. La calma de la noche pareció penetrar en él, afirmando la resolución que acababa de surgir en...
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