Cañas y Barro: 46
none Pág. 46 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Dos años transcurrieron sin que el muchacho diese señales de vida. Un día llegó una carta para el padre, encabezada con frases dramáticas, de un sentimentalismo falso, en la cual Tonet solicitaba su perdón, hablando luego de su nueva existencia. Era guardia civil en Guantánamo y no lo pasaba mal. Se notaba en su estilo cierto aplomo petulante, como de hombre que corría los campos con un arma al hombro e inspiraba temor y respeto. Su salud era magnífica. Ni una ligera enfermedad desde que desembarcó. La gente de la Albufera soportaba perfectamente el clima de la isla. El que se criaba en aquella laguna, bebiendo su agua de barro, podía ir sin miedo a todas partes: estaba aclimatado. Después surgió la guerra. En la barraca del tío Toni temblaba la Borda, llorando por los rincones cuando llegaban al Palmar confusas noticias de los combates que ocurrían allá lejos. En el pueblo dos mujeres llevaban...
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