Cañas y Barro: 52
none Pág. 52 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Tonet se cansó pronto de esta tarea de enterrador. La fuerza de su voluntad no llegaba a tanto; pasada la seducción del primer momento, vio la monotonía del trabajo y calculó con terror los meses y aun los años que faltaban para dar cima a la obra. Pensaba en lo que había costado de arrancar cada montón de tierra, y temblaba de emoción viendo cómo se enturbiaba el agua al recibir la carga, y después, al aclararse, mostraba el suelo siempre igual, siempre profundo, sin la más pequeña giba, como si toda la tierra se escapase por un agujero oculto. Comenzó a faltar al trabajo. Pretextaba cierto recrudecimiento de las dolencias adquiridas en la guerra para quedarse en la barraca, y apenas partían su padre y la Borda, corría en busca del fresco rincón en casa de Cañamel donde nunca le faltaban compañeros para un truque y el porrón al alcance de la mano. A lo más, trabajaba dos días por semana. El...
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