Cañas y Barro: 64
none Pág. 64 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez El Jurado cerró sus libros con expresión de desaliento. Todos los años ocurría lo mismo. Con aquella gente antigua, que parecía siempre joven, era imposible poner en orden los asuntos de la corporación. Y con gesto aburrido fue escuchando las excusas de los que no habían pagado y se levantaban para explicar su morosidad. Tenían enfermos en su familia; les había tocado un puesto malo; estaban imposibilitados para el trabajo por las fiebres malditas, que al anochecer parecían espiar desde los cañaverales la carne de pobre para clavar en ella las garras; y toda la miseria, la vida triste de la laguna insalubre, iba desfilando como un lamento interminable. Para cortar esta exposición infinita de dolores se acordó no excluir a nadie del sorteo, y el Jurado depositó sobre la mesa el bolsón de piel con las boletas. -Demane la paraula -gritó una voz junto a la puerta. ¿Quién deseaba hablar para nuevas...
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