Cañas y Barro: 66
none Pág. 66 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez El Jurado vació un bolsón de cuero mugriento, casi tan antiguo como la Comunidad, y rodaron las boletas sobre la mesa, unas bellotas huecas de madera negra, en cuyo orificio se introducía un papel con el nombre del sorteado. Uno tras otro eran llamados los pescadores a la presidencia para recibir su boleta y una tira de papel en la que habían puesto el nombre, en previsión de que no supiera escribir. Eran de ver las precauciones que una astucia recelosa hacía adoptar a la pobre gente. Los pescadores más ignorantes iban en busca de los que sabían leer para que viesen si era su nombre el que figuraba en el papel, y solamente después de muchas consultas se daban por convencidos. Además, la costumbre de ser designados siempre por el apodo les hacía experimentar cierta indecisión. Sus dos apellidos sólo salían a luz en un día como aquel, y titubeaban como faltándoles la certeza de que fuesen los...
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