Cañas y Barro: 68
none Pág. 68 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Enternecido por la suerte, se aproximó a su hijo, grave y ensimismado como de costumbre. ¡Tono, la fortuna había entrado en su barraca, y había que aprovecharla! Ayudaría al pequeño, que no entendía mucho de las cosas de pesca, y el negocio sería grande. Pero el viejo quedó estupefacto al ver la frialdad con que contestaba su hijo. Sí; aquel primer puesto era una suerte poseyendo los útiles necesarios para su explotación. Se necesitaban más de mil pesetas sólo para las redes. ¿Tenían ellos ese dinero? El tío Paloma sonrió. No faltaría quien lo prestase. Pero Tonet, al oír hablar de préstamos, hizo un gesto doloroso. Debían mucho. No era flojo tormento el que le hacían sufrir unos franceses establecidos en Catarroja, que vendían caballerías a plazos y adelantaban dinero a los labradores. Había tenido que solicitar su auxilio, primeramente en los años de mala cosecha, ahora para impulsar...
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