Cañas y Barro: 76
none Pág. 76 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez El alma protestaba de su servidumbre, diciendo al hombre: «No trabajes», esparciendo por los músculos la dulce embriaguez de la pereza, como un adelanto de la felicidad que a los buenos aguarda en el cielo. -Escolta, Tonet, escolta -decía Sangonera a su amigo con acento solemne. Y recordaba desordenadamente sus lecturas evangélicas; los preceptos que hablan quedado impresos en su memoria. No había que preguntarse con angustia por la comida y el vestido, porque, como decía Jesús, las aves del cielo no siembran ni siegan, y a pesar de esto, comen; ni los lirios del campo necesitan hilar para vestirse, pues los viste la bondad del Señor. Él era criatura de Dios y a Él se confiaba. No quería insultar al Señor trabajando, como si dudase de la bondad divina que había de socorrerle. Solamente los gentiles, o lo que es lo mismo, las gentes del Palmar que se guardaban el dinero de la pesca sin convidar a...
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