Cañas y Barro: 96
none Pág. 96 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez El cabo de los carabineros se llevó a Tonet hacia su barraca, amenazándole con el máuser, y al sobrino de la Samaruca lo metieron en una casa para lavarle la sangre del culatazo. Sangonera dio más que hacer. Seguía revolcándose en el suelo, asegurando entre berridos que estaba muerto. Le daban el último vino del pellejo para animarlo, y el vagabundo, satisfecho del remedio, juraba que estaba pasado de parte a parte y no podía levantarse; hasta que el enérgico vicario, adivinado su marrullería, le largó dos saludables patadas, que instantáneamente le pusieron en pie. El alcalde ordenó que les albaes siguieran su marcha. Ya habían cantado bastante a Cañamel. El funcionario sentía por el tabernero ese respeto que inspira en los pueblos el hombre rico, y quería evitarle nuevos disgustos. Se alejó la serenata, como desmayada; en vano hacía escalas la dulzaina de Dimoni, pues los cantores, viendo...
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