De la Vida Feliz - Capítulo IX
«Pero aun tú mismo – se me replica – cultivas la virtud tan sólo porque esperas obtener algún placer de ella.» En primer lugar, si bien la virtud seguramente produce placer, no es por el placer que se la busca. Es que la virtud concede más que eso y no es que esté dirigida al placer sino que, estando dirigida a otra cosa, logra el placer por añadidura. Es como un campo arado que ha sido roturado para el trigo y en el cual aparecen aquí y allá algunas flores. Aunque agraden a la vista, no es para ellas que se ha invertido tanto esfuerzo; el sembrador tuvo un propósito diferente, las flores constituyen un añadido. Del mismo modo, el placer no es ni la causa ni el premio de la virtud sino su añadidura y no aceptamos la virtud porque nos deleita; sucede tan sólo que si la aceptamos, ella, además, nos deleita. El supremo bien está ya en haber optado por él y en la misma actitud de una mente que se ha hecho perfecta; y cuando la mente ha completado su curso y se ha...
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