De la Vida Feliz - Capítulo VI
«Pero también la mente – se me dirá – tiene sus propios placeres.» Deja que las tenga, en efecto, y déjala hacer de árbitro entre lujos y placeres; deja que se sacie de las cosas que usualmente placen a los sentidos. Y después déjala mirar hacia atrás, hacia el pasado, y, rememorando placeres desvanecidos, déjala intoxicarse con experiencias anteriores para que anhele las que vendrán. Déjala hacer sus planes y, mientras el cuerpo yace inerme por la saciedad del momento, deja que dirija sus pensamientos hacia la saciedad por venir. Pero, con todo ello, la mente se volverá más deplorable que nunca; porque es una locura elegir males en lugar de bienes. Ningún hombre puede ser feliz si no está sano, y ningún hombre puede estar sano si busca lo que le hará daño en lugar de aquello que le hará bien. El hombre feliz es, pues, el que tiene un juicio recto; el hombre feliz está contento con su destino, sea cual fuere, y está reconciliado con su circunstancia; el...
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