El doctor Centeno: 55
El doctor Centeno Tomo II de Benito Pérez Galdós Fin del fin: III Aquel día no tuvo el enfermo un instante de sosiego. Tan pronto le acometía el prurito de verbosidad, tan pronto el desmayo. Si dolorosa era la crisis, no lo era menos la sedación de ella. Por la tarde, Moreno anunció que la noche sería funesta. Grandísimo, cortante y brusco fue el dolor de Felipe, cuando Poleró y Arias, que estaban en la cocina, le dijeron, cerca ya del anochecer. «¿A ver, Doctor, qué vas a hacer ahora? Porque esta noche, hijo, nos quedamos sin Alejandro». La garganta se le apretó y no pudo dar contestación. Ni llorar tampoco podía, porque, a su juicio, la obligación de trabajar y atender a todo en aquellas tremendas horas, le cerraba la salida de las lágrimas. La casa tenía dos aposentos grandes, la sala en que estaba Miquis, y la cocina, donde se reunían los amigos cuando no acompañaban al enfermo. En esta sala, ornamentada de fogón y fregadero, con espejos de hollín y...
Está viendo el 6% del contenido de este artículo.
Solicite el acceso a su biblioteca para poder consultar nuestros recursos electrónicos.
Ventajas de ser usuario registrado.
Acceso sin restricciones a todo el contenido de la obra.
Sólo información contrastada de prestigiosos sellos editoriales.
Contenidos de renombrados autores y actualizaciones diarias.
La nueva plataforma del Consorcio ofrece una experiencia de búsqueda de fácil manejo y de gran usabilidad. Contiene funciones únicas que permiten navegar y realizar consultas de manera ágil y dinámica.
Convenios especiales: Enseñanza Bibliotecas públicas