El papá de las bellezas: 03
Capítulo III 03 Pág. 03 de 11 El papá de las bellezas Felipe Trigo Fresco, pimpante, remozado, con el monóculo puesto, con la flor azul en el ojal, Hipólito, siempre irreprochablemente galante en sus maneras (¡ah, sus maneras! ¡la suprema dignidad de sus maneras!), entreabrió á la puerta del comedor las colgaduras, sé inclinó, y con su voz armónica (¡ah, su voz armónica, pausada, un poco ronca, musical y grave cual si en ella tremolasen dos cuerdas de violonchelo á un tiempo!) pidió permiso: -¿Se puede? No obtuvo respuesta. Entró. Cruzó á lo largo de la blanca alfombra y fué á tenderse en la poltrona. Luz no había acudido. Sacó un pitillo, lo encendió, y entretúvose en considerar este otro bien que le debían sus refinados gustos de comodidad á su armónica voz y á sus maneras: salón-comedor casi suntuoso, pálido, de gusto inglés, con bronces y platas y finísima vajilla, con flores, con butacas y divanes, con araña modernista, con...
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