El pecado de Alejandra Leonard: III
El pecado de Alejandra Leonard Capítulo III de José Pedro Bellán Durante los primeros seis meses del noviazgo no hubo entre ellos un día gris, tedioso, de cansancio, ni siquiera esa breve separación provocada por un enojo cualquiera. Gualberto visitaba a Alejandra tres noches por semana y le escribía apasionadas cartas llenas de arrebatos líricos. Era su novia, la novia de su vida, la buena estrella que cada hombre trae consigo al nacer. "Gracias a ti —escribíale,— el mundo tiene para mí un significado. Estoy orgulloso de lo que eres. Lo reúnes todo: gracia, talento, belleza. Ninguna mujer se te parece. Hay momentos en que no me creo digno de tu amor y me avergüenza no poder ser algo más. Única y mía para siempre. Estoy en gracia de Dios, porque bebo de una fuente divina: tu vida". Alejandra nunca dejaba de responder a sus cartas. Le escribía: "Mi amado bueno: cuando te veo tan exaltado, tiemblo por mí. Sólo soy una mujer que te ama. Desde que soy tu novia he...
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