Estado civil - Segunda parte. Capítulo II
HACERLOS JUGAR Aquella fuerza extraña nació más tarde. Otro me había invadido. El alma de un héroe se alojó durante algún tiempo en mi cuerpo. Mi inteligencia floreció. Lo aprendía todo. Lo retenía todo. Era sabio; era dueño de mi lengua, de mis manos, de mis ojos. Embaucaba de sopetón a todo el mundo. Sin que yo lo pensara, todo el mundo estaba convencido de mi poder. Los infantes miraban mi infancia con respeto; dos o tres buscaban con curiosidad el secreto de mi excelencia. Yo, para mí, jugaba. La clase era mi juego. Recitaba las lecciones pensando en todas las demás que aprendería tan fácilmente como aquellas. Anunciaba que mis deberes tenían la mejor nota. Estaba con los brazos perfectamente cruzados. Pero, al fin, el recreo fue mi entrada en la vida. Nos concedían hora y media diaria para jugar. Entre la casa y el colegio olfateaba un poco el aire, luego durante dos horas me dejaba encerrar en un aula que era espaciosa y clara. Sin embargo, con las paredes...
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