I. Tres fechas para una historia

28 de octubre de 1866

NACE el escritor.

Villanueva de Arosa, en el corazón tibio y confortador de la provincia pontevedresa, cae dentro de la comarca del Salnés, en cuya costa se abren en abanico los ayuntamientos de Cambados, Grove, Meaño, Meis, Ribadumia, Sanjenjo, Villagarcía y Villanueva.

Pueblo de suaves y apenas perceptibles contrastes, que dan a su cielo y a su aire una dulzura infinita, Villanueva, al borde de la ría que es casi mar, supone un puro deslumbramiento de belleza entre fragancias de algas, aromas salobres y ante la visión como misteriosa de la vieja isla de Arosa, en otro tiempo nido y madriguera de feroces piratas y escurridizos contrabandistas.

Pontevedra, la capital de la provincia, es como una sinfonía nostálgica que llora su mar perdida. Y sus costas son como el delirio del pasado esplendor, donde los carpinteros de ribera moldean cuadernas y pulen quillas, oyendo la eterna canción de la mar y escuchando las viejas historias de aparecidos y desaparecidos sobre las aguas.

En el siglo pasado, por la década de los sesenta, las gentes de estos contornos, como todas las de Galicia, se afanan en el trabajo y sienten como una nueva, o renacida, curiosidad. El 2 de julio de 1861 han tenido lugar en La Coruña unos juegos florales que han producido el milagro de despertar en las gentes la curiosidad intelectual, la curiosidad, sobre todo, por las cosas de Galicia, por la Historia de Galicia, por la Literatura de Galicia. La lengua vernácula, a partir de entonces, gana enteros en la consideración de los habitantes de la región. Se ve, se nota, se palpa el nacimiento de un pujante movimiento cultural gallego. A él está ligado, siquiera sea en son de curiosidad profunda, quizá también por amistad entrañable con algunos de sus gerifaltes —don Manuel Murguía sobre todos—, el señor don Ramón Valle Bermúdez, padre del recién nacido futuro escritor.

Este don Ramón Valle Bermúdez era, al parecer, hombre de veleidades poéticas, muy acordes con la época, que se encontraba a las mil maravillas viviendo en aquel pequeño pueblo donde todas las tranquilidades eran posibles, propicio a la ensoñación, al riguroso estudio y a la lectura por puro y encantador deleite. Su hijo, el que acaba de nacer, también disfrutará durante su niñez y primera juventud de esta verde y colosal comarca del Salnés. La escenografía, en verdad, no puede ser más adecuada para los primeros pasos de quien, andando el tiempo, llegará a ser trascendental escritor, dueño de una estética musical y profunda. Villanueva de Arosa, como la Puebla de Caramiñal, como la del Deán, como Cambados, son los sumandos de ese paradisíaco resultado que se ofrece a la vista atónita del viajero al sur de la provincia de Pontevedra. En cada rincón, a cada tranco, un alalá de romería, un gemido de poseído del Diablo que marcha hacia San Andrés de Teixido o hacia San Campio de la Sierra de Outes, o un retumbar prolongado que llega de la playa de La Lanzada y que significa el eco lejano de las nueve olas rituales del amanecer de San Juan.

Este trasfondo paisajístico, dentro de su abigarrado mundo galaico, habremos de tenerlo muy en cuenta a lo largo de la vida del escritor. También a lo largo de sus milagros.


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