Introducción Isadora Duncan
PEREGRINOS de la ilusión, un buen día —el año no hace al caso— llegan a Atenas unos viajeros, unos turistas excepcionales, con sed de tradición, decididos a bañarse en las puras aguas del clasicismo y de la mitología helénica… La apiñada familia Duncan cree haber encontrado su particular Monte Tabor y proyecta levantar allí su tienda para preparar y gozar de su propia transfiguración. El proyecto no estaba basado sobre cimientos sólidos y el edificio apenas llegó a ser poco más que unos planos y un solar porque los dineros eran tan necesarios como escasos. Es una anécdota que define una forma de ser, una entrañable forma de utopía. Hubo de abandonarse la idea pero no se puede hablar de fracaso; la ilusión puede quebrarse pero nunca será un intento fracasado. Otro día de otro año que tampoco viene al caso se produjo la tragedia la cámara se recreó en la secuencia. se consumieron metros y metros de película haciendo flotar al viento aquel largo foulard...
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