Introducción William Shakespeare
DE Shakespeare, como de Homero, se han hecho las más peregrinas aseveraciones; se ha llegado incluso a afirmar que nunca existió. No importa. Nadie podrá impedir que existan criaturas tan reales como Hamlet, como Macbeth, como ótelo, como el rey Lear o Coriolano o las alegres comadres de Windsor, que no nacieron de la nada, por generación espontánea, como fruto sazonado de esos arbustos en agraz que forman el espeso boscaje del anónimo colectivo. Y sucedió así porque el hecho teatral —como espectáculo y como acontecimiento cultural— estaba tan metido en el entramado social de un pueblo que iniciaba y, en algunos aspectos, consolidaba por entonces su presencia preponderante en el nuevo concierto de naciones y de imperios que se constituyeron—en su ascenso o en su declive— durante el siglo XVII, que «ir al teatro» figuraba como un elemento más del quehacer normal del ciudadano londinense de la época isabelina, cuando en Londres funcionaban hasta diecisiete teatros....
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