IV. Politica de Circunstancias
Introducción HITLER pasó su condena, en compañía de unos 40 nacionalsocialistas, en el pueblo de Landsberg, en una prisión bastante cómoda donde podía recibir visitas y pasear a sus anchas por el jardín; tenía una gran celda soleada, mantenía una dilatada correspondencia, disponía de libros y periódicos y seguía ostentando su puesto privilegiado como líder del partido. Emil Maurice le servía de secretario, puesto que pasó algo después a Rudolf Hess, que dejó Austria voluntariamente para volver a reunirse con su ídolo y compartir con él los meses de prisión. Allí, en la cárcel, es donde vio la luz primera Mein Kampf («Mi lucha»), libro que Hitler dictó a sus colaboradores-secretarios Hess y Maurice, y que desilusionó bastante, puesto que no ofrece casi ningún dato autobiográfico y es, en cambio, un alarde de pedantería y ampulosidad que nada aporta como obra política ni como tratado nazi. Simplemente refleja las ideas fijas de su autor, de las que, a través de su vida, podemos comprobar que no se apeó, siguiendo siempre la línea que se marcara en un principio.
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