La altísima: 15
Capítulo II 15 Pág. 15 de 21 La altísima- Tercera parte Felipe Trigo Dulces mediodías opacos de la niebla, de perlina claridad que inundaba las alfombras, cuando Adria, saltando de junto al amante, despiertos ambos como al término de un solo sueño, corría á abrir del contiguo salón los balcones. Volviéndose á la cama, tendía el brazo á lo metálica cajita egipcia y fumaba. En su vida de luz de amor que orbitaba tan opuesta, placíanla estos amaneceres de las doce -tras la formidable delicia de las noches cuyas albas efectivas la dormían abrazada á Víctor. Verla dormir, era para el amante verla al fin entregada en el supremo abandono del sér... un poco como tenerla muerta contra el corazón en pasajera eternidad. ¡Poemas de la extática contemplación sobre pestañas inmóviles!... Podría adorarla; podría matarla... á la que por darse plena al amor y al amparo del amado le había dado su sueño, su vida, su suerte, sus galas, su diminuta cartera...
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