La corona de fuego: 54
La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira de José Pastor de la Roca Sexta parte : Flores y abrojos Capítulo I - El emisario de S. A. Por fin desesperado, Cediendo a la inquietud y al desaliento. Presa de vil pecado, Lacerado en cruel remordimiento. El magnate infeliz inclina al hado Su destino fatal, triste y cruento. El castillo de Altamira era mientras tanto teatro de singulares acontecimientos. Reinaba en él la agitación más profunda, cubríanse de soldados malos o buenos, sus almenas, sus muros y atalayas, sus obras aportilladas por los estragos del tiempo y por las contiendas civiles reparábanse a toda priesa, y en una palabra, redoblábanse los aprestos de defensa, como si se tratara de una invasión a mano armada o cuando menos de una guerra inminente. Y así era como en general se comprendía, en lo cual, fuerza es decir que había sobrado fundamento, pues venía a corroborarlo aquella celeridad tan activa, aquel arrebato, aquella...
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