La tía Tula:IX
La tía Tula de Miguel de Unamuno Y empezó una vida de triste desasosiego, de interna lucha en aquel hogar. Ella defendíase con los niños, a los que siempre procuraba tener presentes, y le excitaba a él a que saliese a distraerse. Él, por su parte, extremaba sus caricias a los hijos y no hacía sino hablarles de su madre, de su pobre madre. Cogía a la niña y allí, delante de la tía, se la devoraba a besos. –No tanto, hombre, no tanto, que así no haces sino molestar a la pobre criatura. Y eso, permíteme que te lo diga, no es natural. Bien está que hagas que me llamen tía y no mamá, pero no tanto; repórtate. –¿Es que yo no he de tener el consuelo de mis hijos? –Sí, hijo, sí; pero lo primero es educarlos bien. –¿Y así? –Hartándoles de besos y de golosinas se les hace débiles. Y mira que los niños adivinan... –Y qué culpa tengo yo... –¿Pero es que puede haber para unos niños, hombre de Dios, un hogar mejor que este? Tienen hogar, verdadero...
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