Las tormentas del 48: 24
Las tormentas del 48 Capítulo XXIV de Benito Pérez Galdós Mientras Eufrasia y la prendera se consagraban sin descanso a su piadosa obra, entró Aransis que venía a traerme dinero, tan necesario para mí en los días fúnebres como en los alegres días. «Márchate ahora mismo -le dije-, que hay aquí una señora, mi amiga, a quien no gustará que la veas». Invocó él nuestra amistad, que no admitía secretos entre los dos, para que yo abriese un poco la mano en la confianza; mas no accedí a ello, y que quieras que no, le expulsé con recomendación enérgica de no atisbar en la calle la salida de la dama... Terminado el acto de vestir a la pobre muerta, Eufrasia volvió a ponerse mantilla y guantes. Su palidez intensa declaraba su grande emoción. «Está guapísima -me dijo-, y la toca blanca da a su rostro una expresión enteramente mística. Nunca, por mucho que viva, olvidaré esa cara, que tan muerta y callada me ha dicho cosas muy bellas... Yo también le he dicho a...
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