Las tormentas del 48: 5
Las tormentas del 48 Capítulo V de Benito Pérez Galdós Alegría insensata y sombríos temores alternaban en mi alma desde aquel día. ¡Amor, conciencia, cuán desacordes vais comúnmente en la vida humana! Amargaban la dulzura de mi juvenil triunfo sobresaltos y presentimientos tristísimos, y mi felicidad en ellos se disolvía como la sal en el agua. Perseguíame el espectro del Cardenal pronunciando la acusación y cruel sentencia que yo merecía, y en mis sueños me visitaba, y despierto le sentía próximo a mí. Seguramente no tendría yo valor para poner mi rostro pecador ante el de Su Eminencia. El temido rayo de sus ojos me haría caer exánime; me faltaría valor aun para pedirle perdón de mi vergonzoso ultraje a la ley de hospitalidad. Algún alivio me dio la noticia, por la propia Barberina comunicada, de que el Cardenal no parecería en mucho tiempo por Albano, ni aun de paso para Castel Gandolfo. Desde Frascati, deteniéndose en Roma sólo una noche, había...
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