Los Apostólicos : 23
Los Apostólicos : 23 de Benito Pérez Galdós Jenara no vio tal carta. Llamáronla a cenar y cenó. Después doña María del Sagrario, siguiendo su tradicional costumbre, que por lo infalible debía haberse puesto en el Almanaque, se quedó dormida en un sillón, mientras Micaelita y Bragas, que acababa de entrar, se secreteaban de lo lindo en el comedor. La dama huésped esperó a que Tablas y la criada cenasen también para ir con aquel al rincón de los muebles viejos donde solían hablar de cosas reservadas. Llegó la ocasión y Tablas, que obedecía servilmente a la señora y era como un esclavo, por la cuenta que le tenía, contestó a las apremiantes preguntas de esta manera: -Fue a las dos en punto. El señorito don José, el Sr. D. Celestino y yo habíamos convenido en que las dos era la mejor hora. Yo di al carcelero las onzas que me dio el Sr. D. Celestino y el carcelero...
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