Los Ayacuchos : 34
Los Ayacuchos Capítulo XXXIV de Benito Pérez Galdós Cumplido el programa tal como por la mañana lo indicaron, comieron los dos caballeros con varios oficiales en la Fonda Nueva, establecida en la calle de San Gil, y hasta la noche no les fue posible zafarse del lazo cariñoso que la amistad les echaba para retenerles. Al verse solos en su posada, D. Fernando y el Coronel soltaron la sin hueso, que no era poco ni baladí lo que tenían que decirse. El que provocó las explicaciones fue Ibero, diciendo: «Grande es tu idea. Has querido resucitarme y volverme la vida militar, porque adivinaste la falsedad de mi inclinación a la religiosa, y me has traído, como se trae a los locos o enfermos, con sutiles engaños. Pero has de dejar a un lado ya la farsa piadosa, porque resuelto yo a obedecerte ciegamente, lo mejor para conducirme será la verdad». Respondió el caballero reconociendo los artificios hasta entonces empleados, y ofreciendo que no se repetirían, pues ya no...
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