Montes de Oca : 25
Montes de Oca Capítulo XXV de Benito Pérez Galdós El modo y forma de hacer efectivo su pensamiento fue para los miñones sencillísimo. Lo propuso uno que en su niñez desplegaba felices disposiciones para robar fruta en las huertas y alguna que otra gallina en los corrales. Salieron los ocho a un cercado frontero a las dos casas en que se alojaban los paladines de la Reina, y con fuertes voces empezaron a gritar: «¡Zurbano, Zurbano!...». El efecto de este toque de diana fue inmediato y decisivo. Los caballeros durmientes saltaron despavoridos de sus lechos, y a medio vestir lanzáronse fuera por los primeros huecos que abiertos encontraron: Egaña saltó por una ventana, y a Piquero se le vio surgir por un boquete angosto que daba al campo en la parte posterior del edificio. Poner el pie en tierra y apretar a correr en busca de la espesura del monte más cercano fue todo uno. Los otros dos, tomando la salida por la puerta con más tranquilidad, no tardaron en...
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