No transige la conciencia: 5
Durante muchos años quedó deshabitada la hermosa casa de Chiclana. La condesa rehusaba con obstinación el ir a gozar allí de la Primavera; porque para esta mujer no había ya ni primavera ni goces. La justicia divina hacía pesar sobre ella de una manera espantosa los resultados de una culpa fría y voluntaria, que ni una sola disculpa tenía para aminorar su horror. Quiso esta alta y poderosa justicia imprimir en un corazón duro e impávido, por la fuerza de los hechos, lo que los sentimientos no habían podido comunicarle. ¡Y estos hechos eran terribles! Pues había dado sucesivamente dos hijos al conde, cuyo nacimiento inesperado aterró a la madre. Había más aún: veía al mayor de los tres niños, hermoso muchacho, franco, valiente y sincero, pero que no podía sufrir, ocupar en el cariño del general el lugar preferente. Porque no sólo simpatizaba Ramón -así se llamaba este niño- con el general, sino que en el equitativo anciano, el desvío y hostilidad que le...
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