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15/03/2011 484 Palabras

Corregido el manguito izquierdo, y así quedaba el asunto hasta la próxima sesión. Ni un instante más ni ménos de lo justo; ni una plumada siquiera en asuntos de la jurisdicion de otra mesa. En cuanto á los libros, eran suyos, exclusivamente suyos, y el principal mismo tenia que pedirle por favor que se los abriera para examinar el estado de alguna cuenta. ¿Tocarlos otra mano que la de él? ¡Jamas! La contemplación de aquellas letras perfiladas, de aquellas columnas inmensas de números casi de molde, de aquel rayado azul y rojo, era su orgullo, el único deleite de su alma al abrir las extensas páginas de sus dos infolios de marquilla. Un borrón sobre ellas, y su naturaleza, probada al rigor de un método inalterado de treinta años, se hubiera quebrado como débil caña. Con un hombre asi, y los demás elementos materiales inventariados de su escritorio, contaba D. Apolinar de la Regatera como auxiliares de su instinto mercantil en la nueva campaña que habia abierto....

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