Rojo y negro: Capítulo IV
Rojo y negro de Stendhal Un padre y un hijo Esará mia colpa, Se cosi é? MAQUIAVELO -¡Qué talento el de mi mujer!- decía el alcalde de Verrières un día más tarde, a las seis de la mañana, mientras se encaminaba a la serrería del señor Sorel-. Aunque otra cosa haya yo dicho para mantener incólume la superioridad que de derecho me corresponde, maldito si se me había ocurrido que, si no tomo a ese curita que, según dicen, sabe tanto latín como los ángeles, el director del Asilo, alma inquieta y envidiosa, podría tener mi misma idea y arrebatármelo... ¡Con qué orgullo hablaría del preceptor de sus hijos! ¡Se llenaría la boca...! Una vez en mi casa el preceptor, ¿le obligaré a vestir sotana...? Tal era la duda que embargaba al señor Rênal, cuando vio a lo lejos a un rústico, cuya estatura no bajaría de seis pies, ocupado, desde el amanecer, en medir vigas apiladas en el camino, a la orilla del Doubs. El rústico puso muy mala cara al ver que se acercaba...
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