Rojo y negro: Capítulo LIX
Rojo y negro de Stendhal El tedio Sacrificarse a sus pasiones, puede pasar: ¡pero sacrificarse a pasiones que no se sienten! ¡Oh triste siglo XIX! GIRODET La mariscala de Fervaques leyó sin gusto las primeras epístolas de Julián, pero no tardó en aficionarse a ellas. Una cosa la desconsolaba. -¡Lástima que ese señor Sorel no sea decididamente cura!- se repetía con frecuencia-. Podría yo entonces concederle cierta intimidad... Hoy, dada su condición subalterna, no puedo... me expondría a que me hiciesen preguntas crueles, que no sabría cómo contestar... Hasta sería posible que alguna amiga de mala intención creyese y propalase que es algún primo mío, de la familia de mi padre... un mercachifle condecorado por la Guardia nacional... Hasta que conoció a Julián, el mayor placer de la virtuosa dama fue estampar la palabra mariscala a continuación de su nombre. Nació en su pecho un poco de interés, y a matarlo tendía su insana vanidad de plebeya...
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