Rojo y negro: Capítulo LV
Rojo y negro de Stendhal El Ministro de la virtud Si me entrego a ese placer con tanta prudencia y circunspección, dejará de ser placer para mí. LOPE DE VEGA Llegado a París Julián, a poco de haber salido del despacho del marqués de la Mole, a quien al parecer desconcertaron no poco los despachos de que era portador, corrió a visitar al conde de Altamira. Aparte de la ventaja de ser un condenado a muerte, aquel apuesto extranjero unía a su mucha gravedad la dicha de ser devoto, dos méritos que, sumados a la elevada cuna del conde, agradaban en extremo a la mariscala de Fervaques, que le veía con frecuencia. Julián le confesó muy en serio que estaba locamente enamorado de aquella. -Es la virtud más pura y más elevada- contestó Altamira-; aunque reconozco que su virtud resulta algún tanto afectada y enfática. Díaz hay en que comprendiendo todas las palabras de que ella se sirve, no acierto a alcanzar el sentido de la frase entera. A veces me hace creer que no...
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