Rojo y negro: Capítulo XXIII
Rojo y negro de Stendhal Disgustos de un funcionario Il piacere di alzar la testa tutto l’anno, é ben pagato da certi quarti d’ora che bisogna passar. CASTI Pero dejemos a nuestro alcalde abandonado a sus mezquinos temores. ¿Quién le mandaba llevar a su casa a un hombre de corazón, cuando lo que necesitaba era un alma de lacayo? ¿Por ventura no tenía obligación de saber escoger con acierto? En el siglo XIX es ley corriente que, cuando un ser poderoso y noble encuentra a un hombre de corazón, le mata, o le destierra, o le encarcela, o le humilla en tales términos, que le pone en el caso de morir de dolor. La casualidad quiso, que en nuestro caso, no fuera el hombre de corazón el condenado a sufrir. La mayor de las desdichas de las pequeñas capitales de Francia o de los gobiernos electivos, como el de Nueva York, consiste en que no pueden olvidar que existen en el mundo mil habitantes, los tales hombres crean la opinión pública, y cuenta que la opinión...
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