V. La República de Tlascala

Introducción

LOS tlascaltecas estaban enterados del desembarco y de los victoriosos progresos de Cortés. La noticia se había extendido por toda la meseta. Pero no parecía que esperasen la llegada de los extranjeros a sus fronteras. Por ello quedaron muy consternados cuando la embajada solicitó permiso para atravesar su territorio. Unos, adoptando la superstición popular, pensaban que los españoles podían ser muy bien aquellos hombres blancos, de largas barbas, profetizados por los oráculos. En todo caso, eran enemigos de Méjico, y como tales, les ayudarían en su lucha contra el Imperio. Otros pretendían que los extranjeros no podían tener nada que ver con Quetzalcoatl. Su marcha por el país dejaba como rastro huellas de imágenes destrozadas de los dioses indios y sus templos profanados. ¿Cómo podían estar seguros de que los españoles eran enemigos de Moctezuma? Habían recibido a sus embajadores, aceptado sus regalos, y ahora iban camino de su capital acompañados por sus vasallos.

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