Veinte años después: LXXVI. El vino de Oporto
Veinte años después: LXXVI. El vino de Oporto de Alejandro Dumas A los diez minutos dormían los amos; pero no sucedía lo mismo con los criados, aguijoneados por el hambre, y sobre todo por la sed. Preparábanse Blasois y Mosquetón a hacer su cama, que consistía en una tabla y en una maleta, mientras que sobre una mesa, colgada como la del aposento inmediato, se mecían a merced de las olas un pan, un cacharro con cerveza y tres vasos. –¡Maldito vaivén! –decía Blasois–. Creo que me voy a marear como a la venida. –¡Y no tener para resistir el mareo más que pan de cebada y vino de lúpulo! –¿Pues y la botella de mimbres, señor Mostón? –preguntó Blasois acabando de arreglar su cama y acercándose, no sin trabajo a la mesa, ante la cual permanecía ya sentado Mosquetón, y en cuya operación le imitó–. Y la botella de mimbres, ¿la habéis perdido? –No –dijo Mosquetón–, pero Parry se quedó con ella. Esos diablos de escoceses siempre tienen sed. Y...
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