VI. Compromiso irrevocable con una vocación
EN el invierno de 1880, siguiendo los dictados de un impulso irreprimible, Van Gogh se puso en camino. ¿Qué buscaba? Buscaba pintores. Quería ver cuadros, quería hablar con alguien de pintura, con cualquiera. ¡Lo nececesitaba urgentemente! Por esto emprendió el viaje, a pesar de que el motivo consciente —o aparente— de su alejamiento momentáneo de la casa del minero De-crucq fuese encontrar algún trabajo. Escribiría a su hermano: «Yo había emprendido ese viaje esperando encontrar un trabajo cualquiera y habría aceptado cualquier cosa. Pero después de todo, un poco involuntariamente, no sabría decir por qué se me ocurrió, es preciso que vaya a Courrières.» No llevaba dinero en el bolsillo, por lo que tuvo que ir andando. Cien kilómetros no se recorren así como así, y Van Gogh tardó una semana. En este caso, sin embargo, el vagabundo estaba perfectamente orientado por un impulso interior bien definido. Sabía que en Courrières vivía el pintor Jules...
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