VI. La dictadura de Porfirio Díaz

PERO las más variadas versiones anecdóticas quedan marginadas por la realidad de los hechos. Muchos hablan de bastonazos, de terribles trifulcas en la Redacción de El Tiempo, de un Valle-Inclán desaforado y gritón, soltando voces patrioteras. Nada de eso. El emigrante, dirigiéndose al despacho del director del periódico, llevaba muy bien preparadas sus palabras: —¿Usted es el director de El Tiempo? —Si señor. —¿Quién es Oscar? —Es uno de tantos secretos de redacción, y no lo puedo decir ante usted. —Entonces para mí Oscar es usted, puesto que usted es el director del periódico en que se ha publicado el artículo. Y como yo soy español, me considero gravemente insultado. El señor Agüeros, director de El Tiempo, que no sabía qué responder, empezó a jugar unas cuantas evasivas. Entonces Valle-Inclán gritó malhumorado: —¡Señor mío, se acabaron ya los tiempos de tirar la piedra y esconder la mano! En asuntos de honor ya no se admiten esas...

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