Viaje al centro de la Tierra: Capítulo 40
Viaje al centro de la Tierra Capítulo 40 de Julio Verne Desde el principio de aquel accidentado viaje había experimentado tantas sorpresas, que creí que ya nada en el mundo podría maravillarme. Y, sin embargo, ante aquellas dos letras, grabadas tres siglos atrás, caí en un aturdimiento cercano a la estupidez. No sólo leía en la roca la firma del sabio alquimista, sino que tenía entre mis manos el estilete con que había sido grabada. A menos de proceder de mala fe, no podía poner en duda la existencia del viajero y la realidad de su viaje. ¡Mientras estas reflexiones bullían en mi mente, el profesor Lidenbrock se dejaba arrastrar por un acceso algo ditirámbico en loor de Arne Saknussemm. -¡Oh maravilloso genio! -exclamó-, ¡no has olvidado ninguna de los detalles que podían abrir a otros mortales las vías de la corteza terrestre, y así, tus semejantes pueden hallar, al cabo de tres siglos, las huellas que tus plantas dejaron en el seno de estos subterráneos...
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