Esteban de Arteaga
I. BIOGRAFÍA Esteban de Arteaga descendía de una familia de origen vasco, pero siempre se consideró madrileño y así lo hacía constar en sus obras; en Le Rivoluzioni del teatro musicale italiano se autonombraba “Stefano Arteaga Madridense”. Entró en la Compañía de Jesús antes de cumplir los 16 años, el 23 de septiembre de 1763, estudiando lógica en el colegio de Oropesa (Toledo) cuatro años después; Almonte Howell y Miquel Batllori consideran que estos cuatro años de estudios –principalmente literarios grecolatinos– se desarrollaron en Madrid, lo que hizo que Arteaga se sintiese siempre madrileño. Batllori piensa que se trasladó de joven a Madrid, pero sin especificar el momento. Cuando Carlos III expulsó de España a los jesuitas en 1767, Arteaga fue desterrado a Córcega con sus hermanos en religión; según Batllori, fue en el destierro de Córcega donde Arteaga comenzó el estudio de la filosofía escolástica. Estuvo confinado en Ajaccio, pero tan pronto como llegó a los Estados Pontificios abandonó la Compañía con la esperanza de poder regresar a España, fechándose su secularización el 21 de junio de 1769. Se carece de noticias suyas desde la fecha en la que abandonó la Compañía hasta 1773. En el período de 1773 a 1778 aparece su nombre registrado entre los de los estudiantes de la Facultad de Artes de la Universidad de Bolonia, donde estudió matemáticas, ciencias naturales, filosofía, teología y medicina, aspirando a un saber enciclopédico muy en consonancia con su época. Según Batllori y Anglés, es muy improbable que estudiase teología, pues no se sabe con certeza si recibió órdenes sacerdotales. El único título de que disponía era el de abate, concedido en Italia a los antiguos miembros de la Compañía de Jesús desde su supresión, y para el que solamente se requería la tonsura. De todos modos, Arteaga siguió en contacto con sus antiguos hermanos en religión, ya que hacia el comienzo de 1781 actuó como mediador para lograr la reconciliación de Antonio Eximeno con el padre Martini; en 1782 Juan Andrés le pediría algunos datos sobre la música provenzal para su obra Dell’origine, progressi e stato attuale d’ogni letteratura. En Bolonia hizo amistad con el padre Martini, quien puso a su disposición su rica biblioteca, le encargó catalogarla y le sugirió que publicase su estudio sobre la ópera en Italia, titulado Le Rivoluzioni del teatro musicale italiano, dalla sua origine fino al presente; la primera edición apareció en Bolonia en 1783 con gran éxito. También comenzó una traducción al latín de las obras de Teócrito y una traducción en verso castellano del Hero y Leandro, de Museo. Vivió algunos meses en el palacio boloñés del marqués Francesco Albergati Capacelli, autor de comedias; la fama adquirida mediante la publicación del primer tomo de Le Rivoluzioni movió al marqués a encargar a Arteaga la educación de su hijo el “marchesino Luigi”, habido con su segunda esposa, Caterina Boccabadati. En Bolonia era bastante común que los abates aficionados a las letras acabasen siendo preceptores de los hijos de alguna familia noble. Tras haberle detallado en una larga carta, fechada el 2 de febrero, el plan pedagógico que iba a emplear en la educación del “marchesino”, el ex jesuita se instaló en junio de 1784 en casa del marqués Albergati, donde había una animada tertulia de nobles, literatos, artistas y científicos. Las inoportunas críticas que Arteaga vertía sobre la literatura italiana en el marco de esta tertulia fueron la causa de que el marqués Albergati le despidiese a finales del mismo año de 1784. Marchó a Venecia en diciembre de ese año, con el pretexto de buscar un impresor mejor para su obra, pero quizá también por el vergonzoso altercado con el marqués. Realmente este incidente resultó violento, tanto más cuanto que el marqués había acogido favorablemente al ex jesuita y había mediado con gran amabilidad en una polémica que Arteaga mantuvo con el crítico napolitano Pietro Napoli Signorelli, quien señaló varias objeciones al volumen I de Le Rivoluzioni. En Venecia frecuentó la tertulia de la literata griega y condesa Isabella Teotochi Albrizzi, quien fue la destinataria de una carta sobre la tragedia Mirra de Alfieri. A principios de 1785 solicitó de su amigo el abate Melchiorre Cesarotti la admisión en la Academia de Ciencias de Padua, para quitarse –en opinión de Batllori– el mal recuerdo de su estancia en casa del marqués Albergati. Es preciso destacar también el intercambio epistolar de Arteaga con el literato y crítico Saverio Bettinelli, que duró de 1783 a 1786 y que acabó de manera polémica. Regaló el primer y segundo volúmenes de sus Rivoluzioni a Bettinelli para recabar su opinión, y le pidió versos de circunstancias en honor del marqués Albergati Capacelli y la condesa Teotochi Albrizzi. Hasta principios de 1787 residió en Venecia, donde entabló amistad con el músico Andrea Mejer o Mayer. Durante su estancia en esta ciudad, provocó una gran polémica a propósito de los defectos de la lengua y literatura italianas; en el diluvio de cartas y opúsculos que pueden relacionarse con esta polémica, habría que destacar la intervención del poeta Clementino Vannetti, principal contrincante de Arteaga. A principios de 1787 se trasladó a Roma, donde hizo amistad con José Nicolás de Azara, caballero de la orden de Carlos III y embajador de España en Roma ante la Santa Sede. Azara, dedicatario de Le Rivoluzioni, le nombró su bibliotecario, le proporcionó hospedaje en su palacio y medios para continuar su trabajo literario, consiguiéndole una nueva pensión del Gobierno español –gracias al gran éxito de Le Rivoluzioni–; favor que sólo se otorgó a Eximeno y algunos jesuitas más. En una carta escrita desde Roma el 13 de agosto de 1788 a su amigo Matteo Borsa, le comunicaba que a pesar de sus achaques seguía escribiendo sus Investigaciones filosóficas sobre la belleza ideal: “Aun en medio de tantas molestias escribo y trabajo. ¿Sobre qué? Reíos: sobre la belleza ideal considerada como el objeto de todas las artes representativas. ¿Qué decís, amigo? ¿No os parece oír a Mesalina perorando en favor de la castidad conyugal?” Año y medio más tarde se publicaron en Madrid las Investigaciones filosóficas (Madrid, Antonio de Sancha, 1789) y se quejaba de haber recibido poquísimos ejemplares. En 1791 apareció su disertación titulada Dell’influenza degli arabi sull’origine della poesia moderna in Europa, publicada en Roma. Más importante fue, en el mismo año, la magnífica edición de las obras completas de Horacio trabajadas por Arteaga, Carlo Fea y Ennio Quirino Visconti, costeadas por Azara e impresas en los tórculos parmesanos de Giambattista Bodoni; esta edición, preparada a partir de los mejores códices y ediciones, recibió grandes alabanzas. En 1793 Azara consiguió de Juan Acedo y Rico, conde de la Cañada y ministro de Carlos IV, una tercera pensión del Gobierno español para que Arteaga pudiese editar las obras inéditas del jesuita valenciano Pedro Juan Perpinyá, profesor de Humanidades en el Colegio Romano a finales del s. XVI. De este proyecto se hizo la transcripción de las obras, pero la edición no vio la luz. Después de 1794, año en el que fue presentada su edición de los poetas Catulo, Tibulo y Propercio, Arteaga no publicó ningún otro trabajo; hay que situar también en el período romano las disertaciones Del ritmo sonoro e del ritmo muto nella musica degli antichi, editadas por Batllori en 1944. Nunca permitió que se publicasen sus poesías y solamente a raíz de la muerte de Carlos III consintió que se diesen a la imprenta algunos de sus manuscritos poéticos. El ambiente político de Roma era tenso y poco propicio a los estudios literarios de Arteaga. Por un tratado del 22 de julio de 1795, el Gobierno español había sido nombrado mediador para pactar entre la Santa Sede y Francia, ya que Napoleón –al frente de las tropas del Directorio francés– se iba apoderando del norte de Italia, amenazando a los Estados Pontificios. Pio VI envió como delegados a Azara, al marqués Ghidi y al príncipe Braschi. Con Azara salió de Roma Arteaga, quien en Florencia, a finales de mayo de 1796, escribió una carta a José Goya y Muniáin, sacerdote y bibliotecario de la Biblioteca Real de Madrid, acerca del significado de la terminología musical empleada por Aristóteles, y cinco disertaciones sobre el ritmo en los antiguos y los modernos. A partir de entonces apenas hay noticias ciertas de Arteaga, quien probablemente regresó a Roma con Azara para ver la toma de la ciudad por los franceses en febrero de 1798 y la huida del Papa a la cartuja de Florencia el 20 de julio del mismo año. Azara pretendió volver a España, lo cual no fue posible porque Carlos IV nombró al diplomático aragonés para sustituir al conde de Cabarrús en la embajada española de París. En 1798 Arteaga siguió a su protector Azara a París, con la esperanza de poder regresar a España. Durante su estancia en París frecuentó a Jean-Christophe Grainville –musicólogo e hispanófilo que había traducido, entre otras obras, el poema La música de Tomás de Iriarte–, quien había comenzado a traducir al francés sus disertaciones sobre la música de la antigüedad. Azara, destituido como embajador en agosto de 1799, partió para Barcelona dejándole a Arteaga el encargo de recoger su equipaje y pertenencias, pero Arteaga enfermó y falleció en París. Grainville le elogió en un artículo del Magazine Encyclopédique al poco tiempo del fallecimiento. Su muerte en estas circunstancias fue la causa de que gran parte de sus manuscritos se dispersasen y perdiesen.
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